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La relación entre suegros y yernos es como un juego de ping-pong: a veces emocionante, otras veces frustrante, pero siempre con la pelota en el aire.
Los suegros suelen ser los primeros en juzgar al yerno, como si fuera una audición para un papel en la familia. ¿Es lo suficientemente divertido? ¿Lo suficientemente inteligente? ¿Lo suficientemente exitoso?
Es como si estuvieran buscando al príncipe perfecto para su princesa.
Pero no hay nada que haga que un yerno se sienta más incómodo que estar en la casa de sus suegros. Se convierte en un juego de adivinanzas: ¿Qué puedo decir? ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo impresionarlos?
A veces, incluso el silencio es mejor que decir algo incorrecto.
Y, por supuesto, no podemos olvidar las inevitables bromas sobre los yernos. "¿Por qué los yernos siempre llegan tarde?" "Porque quieren evitar las preguntas incómodas de los suegros." Y así sucesivamente.